Transparencia, sí; interferencia, no.

Fuente: paho.org
Foto: paho.org

Hubo un tiempo en que los debates en torno a la salud pública y el tabaco se daban en un proceso extraordinariamente abierto. Los representantes gubernamentales se reunían con una gran variedad de personas y escuchaban sus preocupaciones e ideas a la hora de formular las políticas.

Entre quienes «contribuían» con sus puntos de vista había también representantes de la industria tabacalera, que garantizaban que la industria era un socio de confianza. La industria tabacalera tenía acceso a los responsables de la formulación de las políticas y se infiltró en los foros de salud pública y, como había una gran apertura entre todos los participantes, tuvo acceso a documentos internos gubernamentales que trataban sobre las diversas formas de regular la industria.

Todo eso cambió cuando los tribunales, en particular en Estados Unidos, empezaron a tratar casos de víctimas del tabaco. Los jueces ordenaron —como es normal en ese tipo de casos— que la industria tabacalera diera a conocer determinados documentos internos a los demandantes. Quedó patente que la industria había mentido al negar los daños que causaban sus productos, cuestionando los hallazgos científicos y arrastrando a la adicción a millones de personas, entre ellos a jóvenes de todo el mundo, con el fin de hacer crecer su negocio.

La publicación de una ingente cantidad de documentos (fueron en total millones de documentos) a finales del siglo XX y principios del XXI marcó un hito, con pruebas irrefutables de que no se podía confiar en la industria tabacalera. No había señales del socio de confianza que la industria tabacalera afirmaba ser.

Los documentos disponibles muestran que la industria actuó en la sombra con eficaces acciones de lobby entre las autoridades públicas para poner fin a las medidas de control del tabaco o para diluirlas. Además, los documentos muestran que buscaron retardar y confundir las iniciativas de elaboración de políticas y crear vastos nuevos mercados en el mundo en desarrollo. También ponen de manifiesto que la industria tabacalera creó grupos de fachada para defender sus intereses y utilizó a los cultivadores de tabaco para evitar que los gobiernos fortalecieron ciertos aspectos de las políticas de salud pública.

En esa línea, el presidente de British American Tobacco señaló en un documento interno de 1990: «No debemos preocuparnos por el mero hecho de que el mercado total del mundo libre parezca estar disminuyendo… Hay zonas de fuerte crecimiento, especialmente en Asia y África… Tenemos muy buenas expectativas.»

Las revelaciones seguían llegando, en particular la referida a que las investigaciones de la industria tabacalera habían sido suprimidas o trasladadas en secreto a otros países para que ese material estuviera fuera del alcance de los tribunales. Otros documentos muestran que la industria conspiró para intentar que la proporción de mujeres fumadoras aumentara hasta alcanzar el nivel de consumo entre los hombres.

Los documentos de la industria tuvieron una repercusión significativa, en primer lugar en los procesos judiciales en la materia, así como en que las autoridades públicas tomaran una determinación: si la industria tabacalera se había convertido en una industria global que buscaba expandirse a nuevos mercados, la respuesta debía ser igualmente global.

El Tratado de Control del Tabaco de las Naciones Unidas —el Convenio Marco para el Control del Tabaco (CMCT de la OMS)— fue una respuesta a la naturaleza transnacional del negocio y a la necesidad de una respuesta mundial para frenar la epidemia. Entró en vigor en 2005, convirtiéndose en el primer tratado mundial en materia de salud, como intento para regular de forma eficaz el comercio de este producto nocivo.

El Convenio reunió a diversos sectores de la administración con especialistas de salud pública, investigadores y otros actores, desde la certeza de que era necesario actuar de forma unificada para contrarrestar las acciones de la industria tabacalera. Teníamos la viva esperanza de que el Convenio permitiera salvar millones de vidas.

Hemos cosechado éxitos al hacerlo, aunque reconozcamos que la industria tabacalera está expandiendo sus mercados, y poniendo a muchas más personas en riesgo de muerte prematura.

La industria tabacalera se está dirigiendo a las delegaciones de las Partes que van acudir a la reunión intergubernamental más grande del mundo dedicada en exclusiva al control del tabaco. En la última Conferencia de las Partes, en 2014, se enviaron cartas en representación de los intereses de la industria que formulaban una petición a las autoridades de finanzas en materia de impuestos.

No podemos sentarnos en la mesa de negociación con quienes causaron este desastre mundial, pues hay algo que está claro: la industria tabacalera miente. En público sacan a relucir bonitas palabras, mientras que entre bastidores ejecutan políticas totalmente opuestas a sus declaraciones públicas, que en última instancia acaban con la vida de uno de cada dos consumidores regulares de sus productos.

Así, cuando en noviembre nos reunamos en Nueva Delhi en la séptima Conferencia de las Partes (COP) del CMCT de la OMS, publicaremos documentos, informaremos a los periodistas y daremos a conocer nuestras decisiones.

También nos protegemos contra la interferencia de la industria tabacalera, que ha demostrado ser la industria menos de fiar que existe. Hacer lo contrario supondría una negligencia en el cumplimiento de nuestro deber.

Por ello, algunas reuniones se celebrarán en público y otras a puerta cerrada, algo normal en las conferencias internacionales y en consonancia con el reglamento de la Conferencia de las Partes del CMCT. Seremos todo lo abiertos que podamos, pero no somos ingenuos. Hemos aprendido una lección importante: nunca se puede confiar en la industria tabacalera, la cual tratará de perturbar y confundir el proceso de control del tabaco.

Creo que la COP7 enviará un mensaje claro a los fabricantes de tabaco: el mundo sabe quiénes sois y qué hacéis, y está decidido a acabar con la peste mundial que tanto os esforzáis por propagar.

Vera Luiza da Costa e Silva Jefa de la Secretaría del Convenio Marco para el Control del Tabaco de la Organización Mundial de la Salud

10/05/2016

Publicado en en el centro de prensa de la Organización Mundial de la Salud